El título es cuático y sin duda alguna esta podría ser la entrada más sincera y profunda que escribiré, por el simple hecho de que desnudaré mi alma y no hay nada más difícil que eso.
Cuando partió todo? la verdad no tengo la menor idea, si hubiera sabido que ahí comenzaba mi mayor viaje espiritual sin duda alguna NO lo hubiera detenido, sin ese viaje no sería la que soy ahora, alguien que sabe lo que vale, lo que se merece y que cosas no me hacen bien. Me conozco tan bien y eso me hace inmensamente feliz (:
Como punto de inicio pondré los 2 años que fueron un continuo estado de alerta o como le dicen 2 años de estrés: Entré a estudiar derecho en la uc, mi mamá enfermó de cáncer, quedé embarazada de un hombre al que no amaba, pero si nos queríamos, mi familia hizo la vida a cuadritos de mi circulo más cercano [Mamá, hermano, tía abuela, pololo], luego mi mamá falleció, mi hija nació, tuve que hacerme cargo de mi hermano que iba en tercero medio, hacerme cargo del aporte monetario que entregaba mi mamá a la casa, después volver a estudiar, durante todo este tiempo pertenecí a un grupo de jovenes de la iglesia católica con la responsabilidad que eso implica. Mantener todos estos tópicos en el aire sin duda fueron una tarea de circo, destreza, aguante y sobre todo ignorancia absoluta de mi propia salud.
Siempre digo que esto fue una tarea de malabarismo en el que las pelotas se fueron sumando de a poco y al final no me di cuenta de cuanta presión tenía encima para poder manejar todo. Siento que podría ver todo desde la queja, pero eso querría decir que no aprendí, que este viaje no sirvió de nada.
Empecé a estudiar en marzo del 2013, mi mamá cayó enferma en junio de 2013, quedé embarazada en noviembre de ese año. Mi mamá falleció en junio del 2014 y mi hija nació en julio de ese año, mismo momento en que dejé de estudiar y volví en marzo de 2015. Hago la cronología para decir que vino a caer todo el peso sobre mi en agosto de 2015, ese fue el momento en que el dolor de cabeza y de colon no se iban con nada, donde dormía mal, me mareaba de la nada y salía sangre de mi nariz... Fui al doctor y nada en mi cuerpo estaba dando señales de estar mal, la respuesta estaba en mis emociones...
Tomar hora al psicólogo fue más fácil de lo que nunca habría pensado, Dios está conmigo. Me derivaron a psiquiatra y comencé con medicación. Estuve casi un año tomando sertralina y no deja de sorprenderme la ignorancia que hay respecto al tema, no entiendo como hay gente que dice que los medicamentos no sirven para nada, que todo está en la cabeza, que al final sólo te harán daño. Quiero escuchar lo mismo cuando les duela algo y quieran tomar paracetamol. La sertralina no eliminó la depresión por si sola, ayudó a que mis emociones se regularan, a no ir de un extremo a otro en cosa de minutos y desde esta base tranquila poder construir, y este es el paso largo, difícil y reconfortante.
Ahora al recordar todo el proceso ya mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas, de alegría y de dolor. En este proceso partí con un grupo de amigos que nunca entendió lo que era la depresión, que me dijo que yo lo ponía como excusa para no hacer las cosas, me acompañó un pololo que no fue apoyo activo, sino que solo estaba ahí. Aquí viene el primer punto: la red de apoyo. Hubo mucho momentos en que quise mandar todo a la cresta y simular que todo estaba bien, si al final es fácil porque la depresión sólo vive dentro de ti, nadie se da cuenta que ya no sientes. Pero ahí apareció mi hermano Felipe y mi abuela Yayi a decirme que tenía que hacer esto por mi y por mi hija Amanda. Y esa vocecita dentro mío que me decía que ella se merecía una mamá feliz. Y que yo merecía sentirme bien, al 100%.
Cuando comencé a ir a psicóloga (tuve 2 psicólogas y 1 psicólogo durante todo el proceso) no sabía todo lo bueno que descubriría en mi. Cuando partí buscaba algo: sentirme bien. Cuando terminó el proceso descubrí que me había aprendido a conocer, que podía definirme, que sabía lo que valía, mis limites y descubrí todo lo bacán que soy y que puedo llegar a ser.
Fácil no fue, muchas veces quise suspender horas, me daba flojera viajar o tener que esperar. A veces no sabía que esperar de la sesión que se venía, si me iría más liviana o con los ojitos hinchados de llorar, pero estaba ahí y tenía que hacer las cosas bien, por mi.
Si mal no recuerdo, nunca me dio vergüenza decir que tenía depresión, pero tampoco era algo que todo el mundo supiera. Casi siempre cuando lo decía la gente sentía gran sorpresa porque por fuera me veían como una persona sumamente fuerte y que se la puede con todo, y ahí yo tenía que decir que justamente hacerme la fuerte todo el tiempo me había llevado a tener depresión.
En mi caminar por la depresión descubrí muchos estigmas, mi depresión no calzaba con la descripción tipo de "llorar todo el día y querer matarme" y por eso en el sistema público me trataron bastante mal. Para mi la depresión fue un letargo, fue encerrarme en mi misma, fue reducir mi capacidad de hacer cosas, a hacer 1 o 2 cosas en vez de las 5 que podía hacer antes. Fue no poder saborear todo, fue ser un ente que respiraba pero que no sentía, que veía todo desde detrás de un cristal empañado. De que hubo días que me los lloré todo, los hubo, hubo días felices también. Nunca pensé en matarme, pero era una fantasía recurrente la de caminar por la carretera hasta perderme, que creo al final es lo mismo, pero que nunca quise asumir. Y mi único límite para no hacerlo fue que le iba a dar un dolor de cabeza a la Yayi y al Pipe.
Hubo muchos días malos, días en que no me quería ni a mi misma, en que no quería a la Amanda, en que no me sentía capaz ni de comer... Y con el tiempo he descubierto que la mayoría de las personas que tienen depresión los llaman días malos [Así como dato curioso].
Mi principal motivación fui yo, no mi hija como muchos pensarían. ¿Por qué? Porque la Amanda puede ser feliz sin mi, pero yo no puedo ser feliz sin mi y eso fue lo que me hizo crecer con todo este proceso, todo lo bueno y lo malo iba a ser sólo para mi.
Durante este proceso me acompañaron 3 psicólogos, 1 psiquiatra, una médico general y un medico familiar especialista en salud mental. No todos al mismo tiempo y creo que cada uno aportó su granito de arena en este proceso que duró año y medio.
Claudia y la dra. Mondaca fueron las primeras, ambas amorosas y comprensivas de todo lo que estaba pasando. La dra. Mondaca (que no recuerdo su nombre) es psiquiatra y me hizo romper un montón de mitos en torno a los medicamentos para la depresión, reajustamos varias veces la dosis y estaba siempre pendiente de todos y cada uno de los sintomas. Creo que acercarme al mundo de los medicamentos para la salud mental con ella fue un alivio para mi, ya que luego tendría que enfrentarme a un montón de desinformación. Claudia fue la primera psicóloga, la escogí sólo porque los horarios me calzaban y creo que resultó ser una gran opción porque tenía un bebé de la misma edad de la Amanda entonces entendía el proceso de maternidad por el que estaba pasando y que yo no encontraba donde encajar con todos esos sentimientos nuevos. Con la Claudia partió todo el proceso, había una fragilidad tan grande en mi cuando llegué por primera vez, tantas cosas que habían pasado y yo no procesaba, tanto que yo había hecho bien y nunca me había dado cuenta. Con ella descubrí que mi felicidad no estaba en derecho, me acompañó en la ruptura con el papá de mi hija y me hizo darme cuenta que podría volver a tener pareja. Que tenía que darme tiempo para mi y para tener amigos, que no podía encerrarme en ser mamá y estudiante. Me ayudó a encontrar la antigua Cari y adaptarla al presente. Apagamos muchos incendios, creo que todos los que habían. Conversó con la Yayi sobre lo que iba a venir una vez que ya no pudiera atenderme con ella y me dió la confianza de que lo iba a lograr.
Después vino el sistema público, burocrático a más no poder, sólo decir que tomo más de un mes que tomaran en cuenta mi derivación y que cuando finalmente me atendió una doctora de medicina general cuestionara mi diagnostico porque yo no lloraba todo el día y que llevaba demasiado tiempo tomando medicamentos, cosa que pude descartar con la dra Mondaca. Del psicólogo no recuerdo el nombre, tuvimos 3 sesiones y me dio el alta porque la pega estaba bien hecha, no ahondamos mucho, pero sin duda alguna yo ya estaba completa, los incendios se habían apagado con Claudia y sólo quedaba construir, pero no hay tiempo para eso en el sistema público. Y con que no hay tiempo es literal porque las sesiones eran de 30 minutos e incluso menos, separadas por 2 a 3 semanas. Aunque la depresión sea una patología auge aún falta mucho por mejorar en ese aspecto.
Y finalmente para terminar este proceso llegaron dos personitas recomendadas por alguien (literal que no sé cómo llegué a ellos porque la Yayi consiguió las horas): Romina y Alfredo. Alfredo fue el último doctor con el que estuve viendo el tema de mis medicamentos, trabajó en la UC así que sabía del sistema de salud mental del que venía. Nos veíamos cada 1 o 2 meses, pero estábamos hablando casi una hora, preguntaba por todos los detalles tanto de efectos de medicamentos como por la terapia psicológica. Creo que si hubieran más doctores como él el mundo sería un mejor lugar, con eso digo todo, irradia confianza y amor por lo que hace, sabes que en el tiempo que te está dedicando está pendiente en un 100% de ti y cuando uno se siente tan nada en el mundo es bacán sentir eso. Cuando me dijo que ya estaba bien, que los medicamentos eran sólo mantención que teníamos que reducir de a poco, fue otro nivel, una sonrisa que no veía hace mucho tiempo.
La última de este proceso fue Romina, una estudiante en práctica de psicología y planner adict, cómo yo. Con ella todo fue construcción, ya no habían incendios que apagar y los que surgían ya tenía las herramientas. Me hizo darme cuenta de muchas cosas que en la terapia se había pasado por alto porque no era prioridad, tuve que dibujar, inventar historias, definir palabras y escribir cartas. Me ayudó a derribar los miedos finales para cambiarme de carrera y a cerrar el duelo por mi mamá. Me hizo darme cuenta que la única opinión que importa en mi vida es la mía y que el resto se iba a tener que acostumbrar a mis decisiones que sólo iban en pos de mi felicidad. Ella fue la que me dijo: Estás de alta, tienes todas las herramientas que necesitas para ser feliz, para que no vuelvan a haber incendios. Incluso ahora al recordar eso sonrío enormemente y salen lágrimas de felicidad. Cuando empezó todo nunca pensé que terminaría todo tan bien y que enviaría mensajes de felicidad a mis amigos más cercanos diciendo que había que celebrar (:
Me gustaría decir que ese es el final feliz de todo, pero no. Siempre habrá gente que quiere opacar las cosas, que no está feliz con ellas mismas y necesita que el resto se sienta mal. O que simplemente no quiere compartir mi felicidad.
Cuando le conté a la Yayi que ya estaba de alta la respuesta no fue la que esperaba, fue un aaah. Y era. Con lo difícil que había sido llegar hasta ahí esperaba un "felicitaciones" por lo menos.
Y luego aparece una tía mía a decirme que yo no estaba mejor de mi depresión, porque me veía igual, porque no salía de la casa con la Amanda y porque había dejado de estudiar. Creo que de las respuestas escogí la mejor: la gente que me conoce, que me escucha y no me juzga sabe que yo estoy mejor. Si no salía con la Amanda era porque hacía infinito calor afuera y en marzo volvía a estudiar. Creo que demás está decir que esta señora habla mucho de la luz y de las buenas energías, pero ella es de esas personas tóxicas que no quieres cerca.
Ya van aproximadamente 7 meses desde que estoy de alta, si han habido días malos, pero ya no me consumen, sé que es sólo un día y que todo va a estar mejor. Siento pena y alegría con motivos, siento que soy más sensible a ciertas cosas que lo que era antes de la depresión, pero no lo veo como un defecto, sino una virtud que me hizo más empática con todos los que me rodean. De lo único que me arrepeitno de este proceso es que no terminé mi tratamiento farmacológico bien, sólo dejé de tomarlo en vez de bajar controladamente la dosis cómo me dijo el médico. ¿Tuvo consecuencias? Si, mi ánimo se volvió muy cambiante durante un mes en que mis hormonas tuvieron que trabajar a toda máquina produciendo lo que le quité de golpe con los medicamentos. Ahora creo que todo funciona bien.
Fue un viaje increíble, que me dio tantas cosas buenas a pesar de todo lo negro que fue en su momento. Cómo dije al principio si retrocediera el tiempo y tuviera que elegir aceptaría feliz este reto que me ha convertido en la mujer que soy ahora (: